Mi madre siempre tenía
un manojo de
perejil
fresco
en la cocina
Y sabía
inventarse
una comida de
siete
Cuando, sin
avisar antes,
decidíamos con
mi hermana,
ir a verlos
un domingo cualquiera
Mi madre podía
curarme
dolores de
tripa
haciéndome
friegas
De pequeña pensaba
que tenía magia
en las manos
Y también sabía
las respuestas
a todas las
preguntas
de los
concursos
que daban por
la tele
Mi madre me reñía
se preocupaba
Y creo que,
en mi
adolescencia,
alguna vez leyó
mi diario
Jugaba,
porque se lo
pedíamos,
a asustarnos
convirtiéndose
en robot malo
Mi madre
escuchaba la radio
y llevaba la
casa
criaba a sus
hijas
despachaba en
la tienda
y también se
reía
Muchas veces
Mi madre solía abrazarme
ser gallina
clueca
detectaba
enseguida
mis tristezas
ocultas
Al hablar por
teléfono
solía cortarme
para llamarme
al cabo
de unos escasos
minutos
por algo que,
con las prisas,
había olvidado.
Mi madre fue
tal vez
una mujer como
muchas:
indispensable y
única
Y aunque no me
entendiera
siempre fue el puerto
de mis
infinitos naufragios
Estas son,
entre otras,
las cosas
que hacía mi
madre
y que ya no
hace
Porque ya no es
ella
Ahora que lo he
aceptado
puedo abrazarla
de nuevo
decirle te
quiero
y que, por fin,
otra vez
sea
sincero
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