miércoles, 17 de febrero de 2016

SOCIOLOGÍA


En el aire flota un olor a pino
Es la virgen del mocho
Friega que te friega
Pero la peste acecha

Virgen incansable
Solo productos de oferta
Dos por uno en naturaleza sintética
Barritas de incienso
(en el chino,  menos de un euro)

Pero la ciudad del pobre apesta
Mejor: la pobreza apesta
Mierda de paloma en la ropa tendida

La virgen sudorosa rumia:
Me han contado que hay barrios
de gente sin sobacos
ni intestinos
¡Sin palomas!

Barrios
Inodoros/Incoloros/Impolutos

Barrios de perdón y muchas gracias
De gente que tiene tiempo
Hidromasaje
Baños de espuma
Billetes en primera

Mira por la ventana
En mi barrio el pescado se pudre
Los contenedores se llenan
La gente suda
El inodoro se desmiente

Ciudad hedionda
Otras cosas no, el olor sí  ofende
(Menos mal, ahora cierran los cajeros por la noche)

La virgen del mocho visita el DÍA
Limpiador/Jabones/Ambientadores/
Colonias/Desodorante/Elixir bucal/
Compresas perfumadas/Polvo de talco

Virgen del tufo
Huele tu vientre a manzana podrida
Limpia, lava y restriega
Libéranos de la fetidez que insulta
Libérate de tu peste

Peste  a trabajo, a cansancio,
Peste a mujer, a vida

PESTE

miércoles, 3 de febrero de 2016

JIM

This is the end, beautiful friend
Jim Morrison fue mi vecino
Contaban que había  muerto. Pero yo vi su nombre en el buzón. La gente miente cuando habla. En la red, división de opiniones. Su nombre estaba allí, y sigue escrito. Los buzones no mienten, eso lo he sabido siempre. A veces son lentos, eso sí.
Jim Morrison cantaba en la ducha.
Pero no sonaba bien. Cantaba otras cosas, de otra gente. Así que tuve que aprender a tocar la guitarra con videos de” youtube”  y al final me sabía “Light my fire” de cabo a rabo. Cada vez que Jim se duchaba corría al balcón a tocarle la melodía. Pero él no me hacía ni caso, seguía cantando las mismas mierdas “mainstream”. Y joder, eso duele. Así que un día me harté y destrocé la guitarra, oriné encima de ella y se la eché a la terraza. El mensaje estaba claro, creo yo. Jim no entendió nada. Habló con mi madre. Yo castigado dos semanas, él siguió cantando porquerías.
Jim Morrison había cambiado.
Apareció una placa en el portal, “Jim Morrison. Diseñador de webs en construcción”. Menuda estupidez.  Y la escalera se llenó de gafas de pasta, jerséis de cuello alto, i-phones, perillas, sombreros  y todas esas mierdas. Me sentí traicionado. Jim no cantaba como antes porque no podía, ya no era un paria.  Quise cabrearlo, que despertase. Le llené el buzón con cincuenta y tres copias manuscritas  de “The End”, que manché con sangre de mi meñique  y escupitajos. Tres semanas castigado. Los modernillos en la escalera. Jim, un mentiroso sin poesía. Un mundo cada vez más triste.
Jim Morrison se mudó.
Yo quería ayudarlo, lo juro. Jim podría haber vuelto a ser libre. Pero no tuve tiempo. El piso quedó vacío de pronto. Mi madre me contó que Jim había encontrado un piso mejor. Pero no es cierto. Probablemente se hartó de los cadáveres que tenía escondidos en el armario: la rebeldía, la verdadera música, los poemas, todo lo que contaba cuando Jim era Jim y en el mundo se podía vivir. La escalera aún lo echa de menos. Pero yo no. Pensé en quitar el nombre del buzón. No me gustan las mentiras.
Jim Morrison y el vacío.
Después, pasó el tiempo. Nadie ha vuelto a vivir en ese piso. El buzón sigue vacío, ni siquiera le echan correo comercial. Debe sentirse muy triste. Como yo, al principio. Después, como he dicho, pasó el tiempo. Ahora ya hace mucho que perdoné a Jim. Por domesticarse, por olvidar la magia. Olvidar también que la locura es una obligación y la poesía un derecho. Por volverse un como todos y dejarme solo. Entiendo que es difícil.
This is the end, my only friend, the end